01-01-2008 15:42:00

Redacción - No es la primera vez. Ocurre con demasiada frecuencia en Santander. Establecimientos de ocio que venden más entradas que las que soporta su aforo y jóvenes que se han gastado sus cuatro cuartos que les dan para pasar la noche se quedan en la calle y sin dinero. Luego queremos quitar el botellón.

Nuevamente volvió a pasar. En este caso, según nos han denunciado multitud de jóvenes, la sala BNS dejó sin la fiesta de fin de año a decenas de jóvenes los cuales, tras pagar 65 euros de vellón, se quedaron en la calle y sin opciones de conseguir el dinero pagado con días de anticipación.

La pícara dirección del popular establecimiento ubicado en El Sardinero, comenzó días pasados a vender a 65 euros, no se lo pierdan, entradas para la fiesta de fin de año. Cientos de jóvenes, muchos de ellos sin cumplir los 18 años, adquirieron las entradas, como viene siendo habitual, ya que la sala en cuestión permite la entrada a menores de 18 años, pongamos por caso entre 17 años y los 18 rapaos. Pero en su afán recaudatorio, la dirección de BNS, viendo el éxito de su festejo, vendió entradas para más de un local, porque al poco tiempo de empezar el festejo, ya no entraba ni un alfiler, pero en la puerta, decenas de jóvenes con su entrada esperaban poder pasar. Ante tal avalanda, la ladina dirección, dio orden de que se pidiese el carnet de identidad a todos los menores de 18 años, para una vez "descubiertos" no se les permitiese la entrada, y salvar la cuantiosa caja realizada.

De esta guisa, cientos de jóvenes que habían gastado sus cuatro cuartos para esta fiesta, se encontraron en la calle, sin fiesta, con frío, sin dinero y con una gran impotencia porque habían abusado de su buena voluntad. Nadie le pidió el carnet cuando sacaron la entrada, nadie les dijo que una desaprensiva dirección iba a vender más entradas que las que permitía su aforo.

Esto, señores del Ayuntamiento de Santander, es algo que ustedes saben que pasa día tras día. Salas que dejan entrar a menores cuando les conviene, les chulean el dinero, les adulteran la bebida y encima, algún portero chulo con mucho músculo y poco cerebro, les atiza un cachete.

La Policía Local, el Ayuntamiento, todas las autoridades, competentes y sanitarias saben lo que acontece en esta hostelería relajada y aprovechada, que saca los cuartos a los jóvenes, que hartos de no tener lugares en Santander donde ir, deciden hacer un botellón, al menos, Lupa no les toma el pelo.